He llegado la conclusión de que no soy interesante. En mi vida no ocurre nada que se pueda considerar emocionante y, por lo tanto, no tengo nada que contar que pueda ser de interés. Mi cotidianidad es tan cotidiana que no da para más de dos líneas. Soy como la conversación de ascensor para romper el silencio. Soy un "qué frío hace hoy" cuando no se sabe que decir. Y por mucho que rebusques en mi, no hay más.
No puedo competir, ni lo pretendo. Y cuando estoy con un grupo de personas, captar la atención no es mi fuerte. Siempre en segundo plano. Y aunque hay veces que me gustaría ser el protagonista, el casting ya se acabó hace mucho tiempo.